lunes, 30 de mayo de 2011

Consulta médica XII

-Buenas tardes, querida Beroldo
-Buenas tardes, doctor
-La noto muy seria, ¿le pasó algo?
-No, nada, estaba pensando en la razón de mi consulta
-Ah, muy bien, entonces vayamos a ella. La escucho
-Hay algo que me tiene un tanto preocupada y es que últimamente ando muy olvidadiza.
-¿Cree que está perdiendo la memoria?
-Bueno, justamente no quise decir que estoy perdiendo la memoria porque puede sonar más grave de lo que es. Olvidadiza me pareció un término más adecuado.
- Término preciso, qué importante es usar el término preciso. Esto, Beroldo, es algo que aprendí con usted y que estoy llevando a la práctica con todos mis pacientes. Bueno, volvamos a lo suyo.
- Sí, le explicaba que hace varias semanas que, de vez en cuando, tengo unos episodios que me llaman la atención. Por eso vine. Quiero saber si es normal que me pase.
-¿Qué episodios tiene? A ver, expláyese.
-Le cuento un par de situaciones concretas.
-La escucho.
-Dos o tres veces me pasó de no acordarme de si previamente me había lavado los dientes o no. A ver, doctor, el cuidado de mis dientes no es un gran problema. Me los vuelvo a lavar por las dudas y listo. Pero claramente, ese no es punto.
-No, claramente. ¿Qué más?
-La semana pasada no sólo olvidé que tenía un turno con el dentista sino que tampoco recuerdo dónde guardé la radiografía de la muela que pidió que me sacara.
-A ver, Beroldo, creo que…
-No, espere que tengo un episodio más.
-Ah, perdón, la escucho. Es que me había dicho que tenía un par de situaciones.
-Pero doctor, no tome todo al pie de la letra. Esto es una conversación. Yo, su interlocutora, necesito explayarme más para poder transmitirle lo que quiero y usted debe inferir, justamente, que mi intención como hablante preocupada es ejemplificarle diferentes situaciones para sentir que me entendió.
-No se ofenda así, mi querida Beroldo. Mi interrupción fue sin intención de faltarle el respeto. Prometo ser más cuidadoso.
-No es nada doctor. Perdóneme usted a mí.
-Entonces, cuénteme el último episodio.
-El más reciente y el que más me preocupa. Hace unos días dediqué toda la tarde a hacer un trabajo que debía entregarle a un profesor. Cuando terminé, luego de varias horas de no hacer nada más que escribir, fui a la cocina a prepararme algo de comer. No pude hacerlo, doctor. Me agarró tal laguna mental que no supe cocinar. Realmente, no podía coordinar los pasos a seguir para hacer nada. Tuve que pedir comida por teléfono. ¿Se da cuenta de lo que le digo? Tenía la mente en blanco. Eso sí que me inquietó.
-Discúlpeme que me sonría. ¿Saber qué es lo que tiene usted?
-No me diga estrés. Es demasiado previsible.
-Lamento desilusionarla pero eso iba a decirle.
-Qué pena.
-Hay períodos en los que muchos andamos con lo que se llama “sobrecarga intelectual”. Un exceso de trabajo intelectual puede conllevar a tener lagunas en la memoria. Ese exceso, sumado al desgaste físico, a las emociones fuertes, determina que el cerebro no mande toda la información a los centros de la memoria.
-Bien, es lo que me parecía. Lo que usted hizo fue explicármelo de manera clara y precisa.
-Y le agrego una cosa más. La comida también influye. Una alimentación deficiente puede ser responsable de anomalías en la memoria.
-Entiendo. Deberé tener en cuenta esto también.
-No se preocupe, Beroldo. Trate, eso sí, de dejarse un huequito para el ocio. Y coma mejor. Y sea más ordenada con sus estudios médicos.
-Noto que está disfrutando de esta consulta, doctor. No puede parar de sonreír.
-No sea mala, Beroldo. Sólo disfruto de poder ayudarla con su afección.
-Lo sé, doctor, lo estaba cargando. Le agradezco mucho esta consulta. Un tanto extraña, pero útil, muy útil.
-¿Extraña la consulta?
- Sí, ¿a usted no le parece?
-La verdad que no. Pero ahora me deja pensando.
-Hoy estoy terrible, doctor. No me haga caso. Debe ser el famoso estrés que me hace comportarme así.
-¿Así cómo?
-Como una niña inquieta que se aburre y no quiere seguir los consejos médicos.
-Sí que me hizo reír hoy, Beroldo. Pórtese bien y cuídese mucho. La espero pronto.
-Sí, muchas gracias. Hasta la próxima, doctor.
-Adiós, querida.

domingo, 22 de mayo de 2011

Consulta médica XI

- Adelante, querida Beroldo
- Hola doctor
- Teníamos algo pendiente, ¿verdad?
- Sí, lo que no pude explicarle la consulta anterior.
- El tema de su excesiva capacidad de síntesis.
- Exactamente. ¿Usted piensa que es un problema que debería tratar?
- Y no sé, querida, ¿usted lo considera un problema? ¿tiene, acaso, alguna consecuencia física? Exactamente, ¿de qué estamos hablando?
- Es que no tengo las cosas muy claras. Me gustaría encontrar alguna definición precisa que me ayudara a explicarle qué es lo que me pasa.
- A ver, déjeme pensar si encuentro yo un diagnóstico que la oriente. Observo lo siguiente: está acá por una consulta determinada y en vez de explayarse y explicarme de diferentes formas qué es lo que le está pasando, necesita encontrar una única definición que abarque con precisión lo que quiere transmitir.
- Yo no podría haberlo explicado mejor, doctor.
- Puedo arriesgar, entonces, que sufre de lo que clínicamente se conoce como “déficit tautológico” o “insuficiencia de Perogrullo”.
- Ah, pero mire usted qué curioso. Yo asociaba el término perogrullada a Quevedo, jamás se me hubiese ocurrido como término médico.
- Me extraña, Beroldo, ¿acaso no es usted la que afirma que la literatura está en todos lados?
- Me deja sin palabras, doctor. Tiene toda la razón.
- Volvamos a su situación, ¿qué puede decirme de estos diagnósticos que le dí? ¿Se ve reflejada en ellos?
- No sé, me hace dudar.
- ¿Qué es lo que la hace dudar?
- Que me haya diagnosticado así de rápido.
- ¿Pero acaso no vino en busca de eso?
- Sí, creo que sí. Lo que pasa es que también dudo de que esto sea realmente un problema para mí. Es decir, si yo quiero, puedo llegar a repetir una misma idea a través de distintas expresiones o puedo apelar a lo redundante para enfatizar un concepto.
- Bueno, entonces, quizás fui yo el que se adelantó al diagnosticar.
- Sí, creo que sí. Igualmente pienso que me lo hizo a propósito.
- No la entiendo, ¿qué cosa le hice a propósito?
- Dejémoslo acá, doctor. Nos pondríamos a hablar sobre su psicología inversa y no es lo que realmente interesa.
- Totalmente de acuerdo. Además, la psicología nunca fue mi fuerte.
- Su humor es muy particular, doctor.
- No sé exactamente a qué viene ese comentario pero gracias, querida.
- Lo veo la próxima. Muchas gracias como siempre.
- Usted bien sabe que es un placer. Hasta pronto, Beroldo.
- Adiós, doctor.

domingo, 15 de mayo de 2011

Consulta médica X

- Buenas tardes, Beroldo
- Buenas tardes, doctor… Increíble, cada vez que vengo, me pasa exactamente lo mismo.
- ¿Qué le pasa?
- Dudo de si debo darle la mano o darle un beso.
- Pero querida, hace un tiempo que ya nos damos un beso. ¿Acaso eso la incomoda?
- No, por favor, doctor, para nada. Dejémoslo ahí. Son pavadas mías
- Pero me interesa saber qué es lo que le ocurre con eso. ¿Todavía siente que deberíamos saludarnos con un apretón de manos?
- Me pasa algo bastante contradictorio, y debo confesarle que no me pasa sólo con usted.
- A ver, la escucho.
- Nosotros ya hemos construido un cierto “vínculo”, por así decirlo.
- Sí, por supuesto. Es a lo que aspiro con todos mis pacientes. Cuanta más comodidad, mejor resulta la consulta. ¿No le parece? Igual, es cierto que no es posible tener el mismo grado de confianza con todos.
- No, lógicamente. Pero, por supuesto, me parece, como usted bien dice, que es necesario tratar de generar una cierta seguridad entre las dos partes, es decir, entre el médico y el paciente.
- Exactamente, Beroldo. Y por eso, me desconcierta que se sienta incómoda conmigo.
- No, doctor, no me malinterprete. No me siento para nada incómoda con usted.
- Me alegro de escuchar eso, pero entonces, ¿qué es exactamente lo que le pasa?
- Como le dije al principio, no es algo que me pase con usted específicamente, sino que me ocurre en diversas situaciones con diferentes personas. ¿Ha escuchado hablar del espacio personal?
- Sí, la distancia que dejamos entre la otra persona con la que estamos interactuando.
- Precisamente eso. Como bien sabe, ese espacio que dejamos, que respetamos, nos permite una interacción más cómoda, más agradable… Bueno, por supuesto, estamos hablando de algo cultural, y de cada persona en particular también.
- Sí, por supuesto. Y entonces, qué me quiere decir, Beroldo. ¿Siente que acá no se respeta ese espacio?
- No, para nada, doctor. No me estoy haciendo entender bien. Lo que quiero decirle es que es una cuestión mía, personal, un problema que yo tengo para delimitar las distancias zonales. Por ejemplo, mi duda de si le doy un beso o no, es justamente porque a veces siento que estoy invadiendo su espacio personal, que no me estoy adecuando en función a las circunstancias.
- ¿Pero acaso alguna vez me ha notado incómodo por habernos besado? O le doy vuelta la inquietud: ¿acaso siente que soy yo es que estoy invadiendo su espacio personal?
- Doctor, siento que lo ofendí.
- No, querida, para nada, ¿por qué habría de ofenderme? Sí me interesa saber si alguna vez se ha sentido incómoda en el consultorio. De ser así, haríamos los cambios necesarios para revertir esa situación. No son buenos los ambientes tensos para llevar adelante las consultas médicas.
- A ver, voy a tratar de ser bien clara, cosa que evidentemente hasta ahora no logré ser: usted no me pone incómoda, usted no ha invadido ningún espacio, en nuestros encuentros me siento más que cómoda, segura y satisfecha.
- Eso es lo que me parece a mí también.
- Justamente porque me siento tan cómoda es que a veces dudo de estar sobrepasándome, es decir, tengo miedo de desubicarme, de romper el vínculo médico-paciente. ¿Me entiende?
- La entiendo. Permítame decirle algo, mi querida Beroldo.
- Adelante, doctor. Lo que quiera.
- La relación médico- paciente, como usted la llama, se construye justamente entre las dos partes. Yo considero necesario que esta relación se fortalezca porque justamente eso forma parte del tratamiento. Sea cual sea el motivo de la consulta. Y déjeme decirle algo más, si usted se “sobrepasara” y no respetara el espacio del otro –acá o en cualquier otro lugar- seguramente sería debidamente informada o le darían claras señales de que lo que está haciendo molesta.
- Sí, seguramente.
- Sí, es así y acá, creo yo, jamás recibió queja alguna.
- No, para nada. Discúlpeme, doctor. Siento nuevamente que lo ofendí. Me habla como molesto.
- Para nada, Beroldo. Sólo quiero dejar en claro que acá tiene usted la libertad de hablar de lo que quiera, de actuar como le salga. Creo que siempre ha estado tácitamente claro que no nos dejamos llevar tanto por las “convenciones sociales”, por llamarlo de alguna forma.
- Totalmente, doctor. Ahora me siento un tonta por haber iniciado esto.
- Todo lo contrario. Me parece que hemos tenido una conversación muy útil que nos servirá para las futuras consultas. Por otro lado, aún no hablamos acerca del “verdadero” motivo de este encuentro.
- Es cierto, curiosamente venía a plantearle que siento que tengo una excesiva capacidad de síntesis y, a veces, reducir a términos tan precisos lo que quiero explicar, justamente logra que el otro necesite de la repetición para lograr entenderme. No sé si eso lo ve reflejado en nuestras consultas. Tampoco estoy segura de que realmente sea un problema a resolver. En fin, ya estoy un poco mareada.
- Interesante, Beroldo. Necesito un momento para pensarlo pero vamos a hacer una cosa. El siguiente encuentro lo tratamos. ¿Le parece? ¿Está en condiciones de que la deje ir?
- Totalmente. Hoy tuvimos un debate intenso y también necesito procesarlo para pasar al “verdadero” tema de la consulta.
- Esta fue una consulta sumamente interesante, Beroldo. Le aseguro que me quedo con muchas cosas para analizar. Ahora, por lo pronto, la acompaño hasta la puerta y con un beso, la despido hasta la próxima.
- Muy bien, doctor. Hasta la próxima.
-Adiós, Beroldo.

martes, 10 de mayo de 2011

Consulta médica IX

-¡Beroldo! ¿Qué le pasó en la cara?
-Hola, doctor.
-Perdón, hola, querida. Es que me tomó por sorpresa. Ya me parecía que algo no andaba bien cuando me informaron de este sobreturno.
-Sí, disculpe doctor, pero como puede observar, necesitaba venir con urgencia.
-Sí, claro. Y no pida disculpas. Siéntese y cuénteme qué le pasó. Tiene la cara muy colorada.
-Ni me hable, es terrible lo que tengo. Por favor, recéteme algo. Esta vez creo que sí necesito tomar algo.
-A ver, cálmese, querida. Vamos, que no es su estilo desesperarse así.
-Es cierto…¿pero usted me vio?
-¿Me cuenta qué le pasó, Beroldo?
-La realidad es que tuve unos días de mucha inspiración, pero lo curioso es que esa inspiración en ningún momento estuvo centrada en mis cosas sino en otras personas.
-¿Cómo sería eso?
- Sí, estuve…¿cómo podría definírselo?...estuve hecha una terrible cocorita.
- Me hace reír, Beroldo. Y dígame, ¿por qué estuvo hecha una “cocorita”?, como usted misma se endilgó.
-Me la pasé sugiriéndoles a otros un montón de ideas sobre cómo hacer sus trabajos. Así como se lo digo. A mi hermano, le afirmé que esa pieza que está sacando en el piano, no pega con su perfil y le sugerí otra. Le dije a un profesor que su bibliografía era demasiado aburrida. Estoy convencida de que si el escritor Levrero viviera, debería escribir sobre su relación con las nuevas computadoras. ¿Entiende lo que estoy diciendo?
- Sí, claro, que está llena de ideas pero ninguna es para usted.
-Bueno, sí, pero mi pregunta no iba a eso. ¿No se da cuenta, acaso, de que me puse en una posición soberbia, impertinente? Tengo mucha vergüenza, doctor.
-No lo creo. Más bien pienso que encontró la excusa perfecta para evadirse.
-¿Evadirme de qué?
-¿Le respondo, Beroldo?
-Qué picante que está hoy, doctor. Pero no, no me responda. Lo entiendo perfectamente.
-Querida Beroldo, estoy segurísimo de que usted tiene pilas y pilas de ideas que sacar de ese cajón donde las guardó.
- Eso es cierto, pero a veces siento que acumulo, acumulo pero no uso nada. ¿Estarán arrugadas, ya?
-¿Acaso le gusta todo llano, lisito, lineal, plano, recto…continúo?
- No, deje de bombardearme con sinónimos. No sé de dónde sacó esa manía.
-¿Usted no sabe que soy un viejo mañoso?
-Me rindo, doctor. Hoy está demasiado rápido para mí.
-Voy a tomar eso como un cumplido.
-Creo que ya obtuve lo que necesitaba.
-¿Cómo, no le receto nada, entonces?
-No, doctor, bien sabe que no lo necesito.
-La acompaño a la puerta.
-Hasta pronto, doctor.
-Hasta pronto, Beroldo.
-Ah, una cosa más.
-Sí, querida, ¿qué pasa?
-Muchas, muchas gracias.
-Un placer, Beroldo, un placer.

sábado, 7 de mayo de 2011

Consulta médica VIII

-Pero qué grata sorpresa. Realmente lo es verla por aquí tan pronto.
-Hola doctor, sí esta vez volví rápido. ¿Cuándo nos vimos? ¿Hace una semana, nomás?
-No interesa, querida Beroldo. Por algo tengo el placer de recibirla hoy y eso es lo que importa. La escucho.
-Tuve una semana realmente extraña.
-¿En qué sentido?
-Ahí está la cuestión. La sentí extraña pero no puedo dilucidar el motivo. Eso es lo que me tiene muy inquieta y por eso vine tan pronto. Toda la semana estuve con dolor de estómago.
-A ver, cuénteme un poco sobre esta semana.
-La realidad es que no sé exactamente qué contarle.
-Hable nomás, Beroldo. Vamos, que si hay algo que a usted le sobra, son las explicaciones.
-Gracias doctor, voy tomar eso como un cumplido.
-Esa fue la intención.
-¿Qué piensa usted de la cama bien hecha, de los vasos todos iguales, de las toallas planchadas, de la hora exacta para comer?
-¿Qué pienso de qué?
-Simplemente de eso. Quiero saber qué piensa usted cuando le nombro estas costumbres.
-Eso justamente querida, que son costumbres que cada cual adopta para vivir más o menos ordenadamente.
-¿Y eso le parece que tiene para usted una carga de importancia especial?
-Bueno, depende. Algunas cosas más que otras. Mi señora y yo cenamos todos los días a la misma hora. ¿Acaso encuentra esto algo molesto para usted? ¿Por ahí viene su incomodidad?
-No exactamente. No me resulta molesto pero sí me he sorprendido de mí misma al pensar en que debería renovar los cubiertos y platos para tener todos de un mismo juego. Por alguna razón, eso me asustó.
-Pero Beroldo, ¿no le parece un poco exagerada su reacción? Intuyo que lo que le pasó no debe venir por unos simples cubiertos. ¿Me equivoco?
-A ver, mi angustia no fue por los cubiertos en sí, sino por el tipo de pensamientos que vengo teniendo. Tengo que ser más ordenada, tengo que planchar más seguido, esos zapatos están fuera de lugar.
-Lo que usted tiene, mi querida, es miedo a volverse una mañosa. Si me permite la expresión, yo soy un viejo bastante mañoso, debo confesarle.
-Todos tenemos nuestras mañas, pero, sí es cierto, creo que no estoy preparada para aceptar algunas nuevas que me han aparecido.
-No se preocupe, Beroldo. Si no le convencen, las puede modificar. Todavía es joven y está a tiempo de arrancarlas de raíz. Es evidente que aún están verdes.
-Pero qué metafórico está hoy, doctor.
-Debe ser su presencia. Y usted, debo decir, anda un tanto pesimista.
-No se preocupe, ya estoy comenzando a sentirme mejor. Casi ni me duele el estómago ya.
-Pero qué maravilla la rapidez. Lo que me deja preocupado ahora es no entender en qué momento de la consulta se empezó a sentir mejor. Debo confesarle que no sé si yo he alcanzado a hacer algo o simplemente usted misma logró calmarse.
-Siempre me es de gran ayuda, doctor. Por algo es mi médico de cabecera.
-¿Y me va a decir qué la hizo sentirse mejor?
-Concluir que es posible que llegue a ser una vieja con costumbres algo extrañas, caprichosas, volátiles y hasta quizás poco adecuadas.
-Si es lo que pretende, es muy probable que lo logre. De esa forma, no dará lugar a preocuparse fija y obsesivamente por las mismas cosas.
-Exactamente. Eso es lo que me carcomía la panza. Eso es lo que no quiero.
-Perfecto, Beroldo. Veo que no necesita la receta del Sertal.
-No, doctor. No la necesito
-Qué tema que trajo hoy…creo que no me había puesto a pensar en todas las manías que he ganado con el correr de los años y que jamás me detuve a analizar.
-No se preocupe doctor, le aseguro que no parece para nada obsesivo.
-¿Ahora me toma el pelo, Beroldo?
-No, por favor. No quise pasarme de la raya.
-La estoy cargando, querida. Muy ciertas suelen ser sus observaciones.
-Gracias doctor, al final siempre logra despedirme sin recetarme nada. Cada día estoy más satisfecha.
-Le aseguro que gran parte del trabajo lo hace usted sola.
-Gracias.
-Bueno, creo que nos hemos tirado suficientes flores por hoy.
-Sí, la verdad es que ya estoy en condiciones de marcharme.
-Que tenga una excelente semana, Beroldo.
-Usted también.
-Vuelva pronto pero, sin que se ofenda, tíreme el chicle antes de entrar. No tolero el ruido del mascado.
-No diga más. Así lo haré.
-Gracias por la comprensión, querida. Hasta luego.
-Faltaba más. Le aseguro que de todo saco interesantes análisis…
-Ahora me deja con la incertidumbre.
-Hasta pronto, doctor.
-Adiós, mi terrible Beroldo.

Consulta médica VII

-Buenos días, querida Beroldo. Me alegra finalmente verla personalmente. Pase, por favor.
-Hola doctor, gracias. Veo que remodeló el consultorio.
- Sí, algo así, reestructuré el espacio.
- Más bien observo que lo reformó.
- ¿Acaso encuentra alguna diferencia con el término reestructurar?
- No tiene tanta importancia, doctor. Es sólo una apreciación lingüística.
- Pero usted sabe que a mí me interesa mucho escuchar sus apreciaciones. ¿Por qué debería decir reformar y no reestructurar? ¿Acaso no son sinónimos?
- Los sinónimos son una reducción semántica práctica. Superficialmente pueden ser identificadas como iguales, pero todas las palabras tienen algún matiz de significado diferenciador.
- Interesante…
-Usted reformó el consultorio, justamente porque lo cambió con el supuesto fin de mejorarlo. En este caso, con el fin de aprovechar mejor el espacio. Creo yo que este término trae consigo la idea de mejoramiento. El concepto de reestructuración es un tanto más complejo, necesita una aclaración para dar por sentado si es positiva o negativa. En fin, ¿cómo llegué hasta acá? Le pido perdón, doctor. Últimamente, me la paso dando definiciones que posiblemente estén erradas, pero por algún motivo las doy igual
- Qué manía tiene de pedir perdón, ¿acaso no le pedí yo que me explicara lo que piensa?
- Sí, me lo pidió. Y de hecho debo decirle que esta charla que parece tan fuera de contexto, nuevamente me ha ayudado con el problema por el cual originalmente venía a verlo
-¿No me diga? Qué feliz coincidencia.
-¿Escuchó hablar de “debilidades colectivistas”?
- Me parece haber leído ese concepto en algún lado. ¿Por qué lo pregunta?
- Porque por una de esas palabras pasaba el eje de mi problema.
-Déjeme adivinar. ¿Serán las debilidades?
-Exactamente.
-¿Y cómo es que “pasaba” y ya no “pasa”? ¿Acaso ya no hay nada que la aqueje?
- Algo así. Yo venía muy segura a plantearle que sufro de debilidades colectivistas. A ver si me entiende, si lo pienso y lo planteo en términos de debilidad, no puedo más que asegurar que de algo estoy sufriendo.
- A ver si la interpreto correctamente, Beroldo. ¿Usted quiere decirme que algo la estaba aquejando solamente porque las palabras seleccionadas para definir a ese algo tienen una connotación negativa?
-Eso mismo, doctor. Pero ahora que lo analizo, podría tranquilamente cambiar el término debilidades por…¿cualidades, tal vez?
- Y de esta forma, entonces, ya no sería una afección que la aqueja.
-Nuevamente, está en lo cierto.
- Y dígame, ¿qué la llevó a hacer ese análisis?
- Nuestra conversación del principio. Cada palabra que uno elige utilizar tiene un reflejo interior, definitivamente, refleja nuestra manera de pensar, nuestra intención, nuestro humor, etc.
- Y usted se dejó llevar por las palabras que usó otra persona y somatizó.
-No podría explicarlo mejor.
-Y dígame, ¿quién le dijo semejante cosa?
-No importa quién fue. Más me interesa refrescar lo que un tal Carlitos diría del colectivismo. Después de todo, cómo olvidar que él plantea que la esencia del hombre es colectiva.
- Bueno, la noto más tranquila ahora. Como si tuviera las ideas más claras. ¿Me equivoco?
- No, doctor. Estoy más que satisfecha hoy. Le agradezco infinitamente.
- No me agradezca y vuelva en breve.
-Hasta pronto, doctor.
-Hasta pronto, querida Beroldo.

Consulta médica VI

-¿Hola?
-Hola, con la señorita Beroldo, por favor.
-Ella habla…¿Es usted, doctor?
-Hola, querida. Sí, soy yo.
-Qué sorpresa su llamado.
-Hace tiempo que la espero en mi consultorio. Como no aparecía, decidí llamarla para asegurarme de que se encuentra bien.
-Gracias, doctor. Sí, es cierto que hace mucho que no lo visito.
-¿Le pasó algo en particular? ¿Quiere contarme?
-No, simplemente estaba esperando que se me pase este período de “mente en blanco”
-¿Mente en blanco?
-Sí, hace unas semanas que estoy intentando hacer la plancha para ver si lo resuelvo.
-Espere, espere. Una cosa por vez ¿mente en blanco? ¿hacer la plancha?
-Sí, usar demasiado la cabeza termina por anular todas las ideas. ¿Acaso nunca le ocurrió?
-Sí, claro
-Bueno, eso es lo que me viene pasando. Los análisis, las dudas, los cuándo, cómo y porqués se amontonan, no encuentran espacio suficiente y terminan por anularse. Resultado: mente en blanco.
-La entiendo ¿y qué vendría a ser ese “hacer la plancha” que mencionó?
-Algo así como dejarme llevar más. No insistir. A ver,¿cómo podría definírselo?... ”Comer sólo si tengo hambre”. ¿se entiende?
-¿Pero anda medio deprimida, Beroldo?
-¡Para nada, doctor! Muy lejos estoy de eso. ¿Vio el dicho que dice “viejos son los trapos?
-Por supuesto
-El trapo se pone viejo de tanto usarlo y estrujarlo. Bueno, últimamente vengo sintiendo que estuve haciendo eso con mi cabeza. Ahora quiero que se escurra de a poco, colgarla al solcito de otoño y que rejuvenezca y brille nuevamente.
-Me parece perfecto, Beroldo. ¿Se dio cuenta de que durante toda la conversación me hizo saltar de metáfora en metáfora?
-Sí, me di cuenta. Muy mediocres, por cierto.
-Entonces no tiene la mente tan en blanco
-Pero doctor, ¿realmente le parece ésta una conversación acorde a nuestra relación? Usted es mi médico clínico. Los asuntos que últimamente debatimos no se amoldan a su disciplina.
-Beroldo, respóndame lo siguiente y la dejo tranquila.
-Dígame
-Desde que nos conocemos, ¿qué afección física real hemos tratado?
-Ninguna
-La espero pronto. Realmente la espero, no se pierda.
-Gracias, doctor. Hasta pronto.

Consulta médica V

-¿Hola?
-Hola, buenos días doctor, le habla Beroldo.
-Hola Beroldo, qué sorpresa su llamado.
-Sí, disculpe que lo moleste.
-No querida, no pasa nada. Dígame qué necesita.
-Seré breve.
-La escucho.
-¿El desorden tiene una explicación clínica?
-¿El desorden? ¿Pero a qué tipo de desorden se está refiriendo?
-A ningún tipo de desorden hormonal ni mental ni alimenticio. Le hablo del desorden a secas.
-El desorden a secas…
-Sí
-…
-…
-Tal como me tiene acostumbrado, es todo un trabajo poder seguir su línea de pensamiento. Ayúdeme, no puedo explicar nada si no me aclara cuál es exactamente el problema que la aqueja.
- Sufro de desornen.
-Pero el desorden, el desorden… ¿A qué se refiere con desorden? ¿La anomalía de alguna función física o psíquica? ¿La ausencia de orden? Expláyese
-La vida tan explicada pierde toda la gracia, ¿no cree?
-¿Qué respuesta es esa, Beroldo?…Pero sí, puede ser.
-Entonces mejor no le explico nada.
-¿Por qué mejor no se da una vuelta por mi consultorio y charlamos tranquilamente?
-Sí, es una buena idea. Perdone por hacerle perder el tiempo, doctor. Le aseguro que es todo producto de este problema que tengo.
-No se preocupe y sáquese el turno que la espero.
-Bueno, hasta pronto doctor y gracias nuevamente.
-Una preguntita más, querida.
-Diga.
-¿Ha dormido bien últimamente?
-Sí, pero me cuesta organizar los horarios. Duermo a cualquier hora.
-Y eso la desorganiza…
-Sí, tengo todas las ideas desparramadas por la cabeza y no puedo pensar. Realmente no puedo.
-Ajá…Por eso el desorden.
-Sí.
-Muy bien, Beroldo. Nada más. La espero pronto.
-Adiós, doctor.

Consulta médica IV

-Beroldo, querida. Qué alegría verla. El otro día se fue del consultorio demasiado rápido. Pase, por favor.
-Hola doctor. Lamento decirle que nuevamente hay un inconveniente que no me permite quedarme.
-Pero, no entiendo. ¿Qué pasó ahora?
-Mientras esperaba que me tocara el turno, me puse a leer una de las revistas que hay en la sala. Justamente quería evitar que me pasara lo de la vez anterior. Preferí no pensar en cómo iba a explicarle mi problema, y por eso pensé que entretenerme con alguna revista era una buena estrategia.
-Muy bien pensado, Beroldo. Y dígame, seré curioso: ¿Qué revista escogió?
-La “Muy interesante”.
-Buena elección.
-No, para nada. Acabo de enterarme, por uno de sus artículos, que hoy es el peor día del año.
-¿Cómo? Ya logró marearme.
-Sí, doctor. Un investigador británico desarrolló una fórmula basada en factores económicos, sociales, meteorológicos y de ella se deduce que hoy, 24 de enero, es el peor día del año. Lea usted mismo, por favor. http://www.muyinteresante.es/hoy-es-el-peor-dia-del-ano
-Y por ésto, ha decidido dejar la consulta para otro día…
- Exactamente.
-Hay algo que no me convence.
-Dígame, doctor.
-No pensé que usted se dejara llevar por estas cosas.
-Yo tampoco.
-¿Y entonces?
-No me haga caso, es que ando durmiendo poco. Casi no duermo, le diría. Ya sabe de mi problema el sueño/un sueño.
- Sí, claro. Y cuando no descansamos lo suficiente, no podemos pensar claramente.
-Pero las pastillas que le dí, ¿no le sirvieron?
-Estuve negada a no poder dormir sin ayuda y no las tomé. Qué desastre soy…
-Por favor, Beroldo, no diga esas cosas. Ahora vaya e intente dormir unas horas. Si es necesario, tómese una pastillita. No le van a hacer nada. Confíe en mí.
-Por supuesto que confío en usted. Será hasta la próxima, doctor. Gracias por la paciencia.
-No me agradezca. Recupérese y vuelva pronto.
.-Adiós, doctor.
-Espere, hágame un favor antes de irse.
-Sí, claro, dígame.
-Traiga a mi consultorio todas las revistas que haya en la sala de espera. Que no quede ninguna.

Consulta médica III

-Hola Beroldo, hace rato que no la veía, ¿Cómo le va?
-Hola doctor, ¿Qué tal usted? Bien, me va bien, por suerte.
-Bueno, me alegro entonces. ¿A qué debo el placer en esta oportunidad?
-Mire, creo que mejor vuelvo otro día.
-Ya estoy perdido. ¿Qué le pasa?
-Nada grave, doctor. La realidad es que mientras esperaba mi turno, me puse a pensar en cómo iba a explicarle el motivo de mi consulta y llegué a la conclusión de que la gramática del español no me lo permite.
-Continúo perdido…pero me interesa. A ver ¿Cómo es eso del español y su imposibilidad?
- La cuestión es la siguiente: vine porque un sueño me quita el sueño y no puedo dormir… UN sueño, EL sueño.
-Déjeme ver si entiendo. Vino porque tiene problemas para dormir.
-…
- ¿No?
-Sí, pero no es tan sencillo de explicarlo.
-Creo que usted está enfocando el problema en otro lado. Ayúdeme.
-El dilema está en los artículos determinados e indeterminados.
-…
-Me niego a hablar de UN sueño, como si fuera algo, justamente, indeterminado. Es lo más exacto y definido que he tenido últimamente en la cabeza. Pero, por otro lado, si lo llamo EL sueño, usted va a interpretar que hablo de las ganas de dormir. Y si lo nombro simplemente “sueño”, también tendremos ese mismo problema de interpretación. ¿ Me sigue?
-Interesante…
-…
-No sé qué decirle. Tiene usted razón. Y me deja con una gran inquietud gramatical.
-Yo tampoco le encuentro la vuelta. Mejor, déme unos días y trataré de volver con alguna resolución.
-La espero, entonces. Hasta pronto, Beroldo. La acompaño a la puerta.
-Sí, pero antes, ¿Tiene algo para el insomnio?

Consulta médica II

-Beroldo, otra vez por acá. ¿Qué la trae en esta oportunidad?
-Hola doctor. Vea, no es que me quiera inventar problemas, pero la realidad es que últimamente me siento transparente.
-Pero eso, querida Beroldo, ¿qué tiene de malo? Al contrario, diría yo que es una noble cualidad de su persona.
- A ver… no es que me parezca mal…
-¿Pero?…presiento un pero.
-Sí, por momentos, de tan transparente, siento que ni me ven.
-¿Y acaso no pensó en la gran ventaja que podría ser pasar desapercibida en determinadas situaciones?
- …
-¿Qué piensa, Beroldo?
- Me doy cuenta que lo que hace usted, es cambiarme el punto de vista de la historia. De la mía, quiero decir.
- ¿Y acaso eso no la ayuda?
- No dudo que sí. Ahora, ¿Puedo hacerle una pregunta más?
- Todas las que quiera.
- Si mis problemas/historias pueden estar focalizadas desde diferentes miradas. ¿Cómo me voy a dar cuenta cuál es la correcta?
- Me extraña, Beroldo. Usted bien sabe que una historia (o problema, como más prefiera) posee tantos sentidos como “lectores” tenga. Cuál elija usted, eso sí que ya me excede. No se olvide que esa multiplicidad, justamente la da esa libertad individual de interpretación con la que contamos.
- Suficiente por hoy, doctor. Me voy satisfecha. Hoy se han puesto en juego demasiados contenidos disciplinares. Necesito tiempo para procesarlos.
-¿Contenidos disciplinares? Interesante concepto.
- Sí, usted quizás los llame cuidados paliativos. Para mí, son contenidos de la literatura.
-¿Observa lo que le digo? Diferentes cristales, querida. De distintos colores y tamaños.
- Observo el punto. Hasta la próxima, doctor.
- Adiós, Beroldo. La espero pronto.

Consulta médica

-¿Qué la trae por acá, Beroldo?
-Vea doctor, hace un tiempo que siento algo extraño en la zona de la garganta y la boca.
-A ver, expláyese un poco más.
- Ocurre que cuando estoy hablando con alguien, siempre llego a un punto en que me paralizo, no puedo continuar con la conversación y empiezo a hacer cosas raras.
- ¿Cuáles serían esas cosas raras?
- Es como si quisiera hablar pero las palabras no salieran. Comienzo a hacer movimientos bruscos con la lengua. Parezco una loca, doctor. Llega un momento en que no puedo evitar sacudir de un lado a otro la cabeza, abrir la boca, sacar la lengua, gritar. Me doy cuenta que la gente me mira horrorizada, pero es lo único que calma esa ansiedad que me agarra. Quisiera saber qué problema tengo. Como verá, ando medio preocupada.
- Y dígame, cuando le pasa todo eso, ¿pierde conciencia de lo que estaba hablando en ese momento?
- Más o menos. Justamente lo que me pasa cuando tengo esos ataques, es que no recuerdo ciertos detalles que pensaba que sí sabía.
- No diga más, Beroldo.
- ¿Qué me ocurre, doctor?
- Usted sufre de lo que yo llamo, corporización de una metáfora.
- ¿De qué habla, doctor?
- Por sus síntomas, usted claramente tiene, muy seguido, ideas en la punta de su lengua.