miércoles, 4 de julio de 2012

consulta médica XXIII


- Entonces, como le venía explicando, el problema que…
-¡Beroldo!
-¡Ay, doctor, me asustó!
-¿Pero qué hace acá? ¿En dónde…?
-¿Eh? ¿Cómo que hago acá? ¿Se siente bien, doctor?
-Pero querida, estamos en…esta es mi casa.
-¿Y?
-¿Cómo “y”? ¿Acaso no se da cuenta de que no estamos en mi consultorio? Usted está en mi casa. Esta es mi cocina. ¡Beroldo, estoy en pijama!
-¿Me va a dejar contarle el motivo de mi consulta?
-Pero, querida, ¿no entiende lo que ocurre?
-No sé de qué me habla, doctor.
-Bien, estoy soñando. Sí, estoy soñando con usted.
-No sé qué decirle, lo noto medio raro hoy. Y la verdad es que necesitaba de esta consulta.
-¿Pero a dónde se va querida? Espere, vuelva.
-¿Está seguro?
-Sí, aunque déjeme preguntarle ¿cómo sabía que allá estaba la puerta de entrada?
-¿Otra vez, doctor? Hagamos una cosa, mejor me voy y saco turno para otro día, ¿le parece?
-¡Pero de qué turno me habla!
-Sí, mejor me voy. Vuelvo pronto, doctor, no se preocupe.
-No, no, querida Beroldo, por favor. Venga, no se vaya
-¿Está seguro?
-Discúlpeme esta confusión y sentémonos. Vamos, cuénteme qué la trae por…acá.
-Bien, continúo entonces
-Sí, continúe, por favor
-Sigo igual que la semana pasada, con ese terrible dolor de estómago. El problema está en que las pastillas que me recetó de repente me empezaron a caer mal y ya no las tolero.
-¿Y desde cuándo no las tolera? ¿Se las receté la semana pasada?
-Sí, doctor, la semana pasada, la última vez que vine…¿en serio está bien?
-Sí, Beroldo, no se preocupe y usted respóndame a todas las preguntas que le hago. Por más obvias que le parezcan, hágalo por favor.
-Sí, claro, no hay problema.
-Entonces, la semana pasada ¿pudo tomar las pastillas y le calmaron el dolor?
-Solamente un día
-Pero qué raro, querida, son sólo pastillas para ayudar a la digestión, no puede ser que le caigan mal
-¿Se acuerda, entonces, de qué pastillas hablo?
-No, pero supongo que son las de siempre, las que toma para sus problemas digestivos.
-Sí, esas mismas. Me inquieta que no se acuerde…
-No me haga caso y respóndame lo siguiente: ¿cómo anda de ánimos últimamente?
-En general, muy bien. Por supuesto, siempre hay cuestiones que rondan la cabeza y molestan un poco pero…
-¿Qué tipo de cuestiones, querida?
-Bueno, la falta de ideas es una. Lo mismo de siempre, usted ya conoce mi problema
-Sí, claro, el famoso “eclipse de ideas”.
-El mismo
-Y, dígame, ¿no será eso lo que le provoca el dolor de estómago?
-Sí, claro que es eso, doctor. Eso ya lo sabemos, yo somatizo por la panza. Ahora, lo que me preocupa es que antes, si no aguantaba el dolor, me tomaba una pastilla y me aliviaba un poco. Ya no me resulta y eso me inquieta bastante.
-¿No ha pensado en que quizás no quiera que se vaya ese dolor?
-Pero qué dice, doctor. ¿Cómo no voy a querer que se me vaya? Es ridículo, ¿para qué estoy acá, entonces?
-Vamos, Beroldo, sígame en el razonamiento
-Es que ¿para qué quisiera yo que el dolor persistiese?
-Creo que en el consultorio tenemos más conexión, ¿qué opina, usted?
-¿Eh?
-No importa… A ver, querida, ¿qué me respondería si le dijera que, en realidad, ese dolor simboliza a sus ideas?
-Le diría, entonces, que son mis ideas las que no se quieren ir
-Bien, nos vamos acercando
-¿Y de qué me sirve tener esas ideas en la panza si no se mueven del lugar?
-De recordatorio
-¿Recordatorio de que están ahí pero no las puedo usar?
-Yo lo expresaría de manera diferente: diría que están ahí, esperando.
-A ver, creo que puedo explicarlo
-Qué alivio, Beroldo
-Están aprovechando
-¿Aprovechando qué?
-Lo que todavía da sentido a lo que les resta de existencia
-Que sería…
-El dolor
-Interesante conclusión, querida Beroldo, ¿no cree? ¿cómo se siente?



-¿Y usted? ¡Usted no es Beroldo!


viernes, 3 de febrero de 2012

Consulta médica XXII

-¿Hola?
-Hola, ¿doctor?, le habla Beroldo
-¡Hola, mi querida Beroldo! No sabe qué alegría me da escuchar su voz
-Gracias doctor, a mí también me alegra escucharlo. Disculpe que lo llame en sus vacaciones. Sé que es un poco desubicado de mi parte, pero realmente necesitaba hacerle una consulta
-Por favor, usted bien sabe que no tiene que pedirme ninguna disculpa. Por más que esté de vacaciones, jamás dejaría de atender una emergencia
-Bueno, lo mío no sé si lo puedo definir como una emergencia
-¿Beroldo?
-¿Qué?
-¿Va a empezar con las definiciones?
-No, no
-Cuénteme qué le anda pasando
- Bueno, en realidad no es un problema nuevo. Otra vez ando durmiendo poco y sus consecuencias me tienen muy preocupada
-A ver, la escucho
-Me despierto muy cansada, confundida, a veces transpirada
-¿Y a qué puede deberse? ¿Pensó en algo?
-Sí, claro, al sueño
-¿Al cansancio?
-No, al sueño en general, no. A un sueño.
-Estoy teniendo un deja vu
-Yo también…
-Bueno, prosiga querida
-Últimamente sueño que estoy hablando frente a otras personas y, de repente, me ataca algo así como una enfermedad neurológica, me agarra una especie de amnesia y me paralizo. Cuando la gente se me empieza a acercar, me despierto.
-¿Y dónde transcurre el sueño? ¿Por qué está hablando frente a otras personas?
-No logro recordar con claridad, pero que creo que estoy explicando algo
-Ah, es decir que usted en el sueño está dando clases
-Sí, creo que sí
-¿Y acaso usted no se dedica a dar clases?
-Sí, y con esto le termino de explicar lo que me pasa: al tener este problema de despertarme a la noche así de sobresaltada, cuando voy a trabajar, me cuesta pensar claramente. No rindo, doctor, no rindo. Déme algo para dormir bien
-Espere, querida, termine de explicar primero. ¡Vamos, que apurarse no es su estilo!
-Sí, lo sé doctor, es que estoy realmente preocupada. Le voy a ser directa: tengo eclipse de ideas
-Ay, Beroldo, usted sí que me hace sonreír ¿Podría explicarme a qué se refiere con su eclipse?
-Me está tomando el pelo, doctor
-No, no, le hablo en serio, me intriga mucho saber de qué habla
-Bueno, igual, debo decir que extrañaba nuestras conversaciones y que usted me tomara el pelo
-La verdad, si tengo que serle franco, también extrañaba tomarle el pelo
-Gracias, doctor
-A usted, querida. Entones, el eclipse
-Eso doctor. El mismo nombre lo define, creo yo. Desaparición, abandono de ideas a causa de mi problema con el sueño
-¿Con ese sueño en particular?
-No, doctor, no. Con el sueño, con mi problema para dormir. Me está afectando la cabeza, no me permite pensar bien
-Bueno, si quiere le receto nuevamente las pastillas para dormir
-Sí, creo que sería lo mejor
-Pero antes, si no está muy cansada, ¿podría definirme la palabra “eclipse”?
-“Si no está muy cansada”, qué malo, doctor. Y sí, puedo: cuando se oculta transitoriamente un astro
-Una palabra, Beroldo, sólo una palabra: transitorio
-…
-¿Cuándo quiere pasar a buscar la receta?
-No, deje. Creo que mejor voy a esperar un poco
-¿Está segura?
-Sí, muchas gracias doctor
-Bueno, pero llámeme cualquier cosa y si no, en una semana ya estoy de vuelta en el consultorio. Mire que la espero, eh, no se pierda
-Por supuesto, doctor. Lo veo pronto.
-La espero, querida
-Sí, y cuando lo vea personalmente le cuento acerca de un sueño extraño que tuve. Para mí que es todo de lo mismo
-Pero ahora me deja con la intriga, Beroldo
-Es un pavada y no quiero demorarlo más. Soñé que nos cruzábamos en un taller literario. ¡Muy raro!
-…
-¿Doctor? ¿Está ahí?
-Beroldo, venga pronto. En serio se lo digo
-¿Qué le pasa, doctor? Lo noto raro
-No me pasa nada, querida. Usted sólo hágame caso y no se cuelgue
-Se lo prometo. Gracias de nuevo, un beso
-Gracias a usted, un beso, mi querida