miércoles, 14 de agosto de 2013

consulta médica xxiv



-¿Hola?
-Hola doctor, lo llamo porque acá hay una persona que desea hablar con usted y, por su insistencia, me parece que realmente es importante.
-Pero en una hora ya llego al consultorio
-Sí, eso le dije repetidas veces pero insiste y…
-Bueno, a ver, pásele el teléfono

-¿Hola doctor?
-Sí, quién habla
-Beroldo habla
-¿Beroldo?
-Sí, Beroldo
-Qué sorpresa, querida…qué sorpresa
-Disculpe que lo haya molestado así pero pensé que lo iba a encontrar atendiendo y bueno, me encontré con que no. ¿Hace mucho cambió sus horarios? Y no tiene el mismo número de celular.
-Sí, cambié mis horarios y también mi celular. Dígale a mi secretaria que se lo anote.
-Sí, gracias, doctor.
-De nada, querida. Me alegra escucharla
-¿De verdad? Lo noto muy serio. Entiendo que lo haya sorprendido el llamado pero esperaba otra reacción, para serle sincera.
-Pero Beroldo, comprenda que estoy en la calle. ¿Por qué no se saca un turno y nos vemos personalmente? Me encantaría verla después de tanto tiempo.
-Sí, a mi también. Pero igual, ahora pienso que quizás no fue la mejor decisión.
-¿Qué decisión?
-La de volver
-Pero por favor, Beroldo, no me haga enfadar por teléfono. Si volvió es porque realmente sintió la necesidad de hacerlo.
-Sí, pero lo noto ofendido
-¿Beroldo?
-¿Qué?
-Deje de enroscarse
-Si usted lo dice…
-Yo lo digo. Y cuénteme, ¿cómo anduvo todo este tiempo?
-Bien, la verdad que bien. No podría haberme sentido de otra forma teniendo en cuenta que estuve viviendo en mi negativo
-¿En su negativo? Ay, Beroldo, cuántos recuerdos me trae esto
-Déjeme terminar, doctor. Me refiero a la imagen fotográfica
-Ya me hace reír. Se da cuenta de que lo que dice es confuso, ¿no?
-Si usted lo cree.
-No importa. Continúe, por favor.
-Básicamente eso. Estuve escondida en el negativo de mi vida.
-¿Y podría explicarme qué significa? Y en qué la afectó, por supuesto
- En que pasé por una etapa en que toda conversación la empezaba con la frase “salvando las distancias”. O mejor dicho, “salvando mis distancias”… ¿Y sabe qué? Las cosas pasan y no hay distancias que te salven.
- ¿Y entonces?
-Entonces eso, doctor. Desde que me decidí a encuadrar las cosas a su tiempo y lugar, mi cabeza sufre de un exceso de temas que compiten entre sí.
-¿Tiene jaqueca?
- Sí, y siento mareos también. Doctor, ¿usted cree que en la vida todos necesitamos un mínimo de seguridad y rutina?
-Creo, mi querida Beroldo, que ya es hora de que vuelva
-Gracias, doctor. Le noto la voz más animada y eso me alegra.
-¿La veo pronto, entonces?
-Nos vemos pronto.
-Adiós, querida
-Chau, doctor.

miércoles, 4 de julio de 2012

consulta médica XXIII


- Entonces, como le venía explicando, el problema que…
-¡Beroldo!
-¡Ay, doctor, me asustó!
-¿Pero qué hace acá? ¿En dónde…?
-¿Eh? ¿Cómo que hago acá? ¿Se siente bien, doctor?
-Pero querida, estamos en…esta es mi casa.
-¿Y?
-¿Cómo “y”? ¿Acaso no se da cuenta de que no estamos en mi consultorio? Usted está en mi casa. Esta es mi cocina. ¡Beroldo, estoy en pijama!
-¿Me va a dejar contarle el motivo de mi consulta?
-Pero, querida, ¿no entiende lo que ocurre?
-No sé de qué me habla, doctor.
-Bien, estoy soñando. Sí, estoy soñando con usted.
-No sé qué decirle, lo noto medio raro hoy. Y la verdad es que necesitaba de esta consulta.
-¿Pero a dónde se va querida? Espere, vuelva.
-¿Está seguro?
-Sí, aunque déjeme preguntarle ¿cómo sabía que allá estaba la puerta de entrada?
-¿Otra vez, doctor? Hagamos una cosa, mejor me voy y saco turno para otro día, ¿le parece?
-¡Pero de qué turno me habla!
-Sí, mejor me voy. Vuelvo pronto, doctor, no se preocupe.
-No, no, querida Beroldo, por favor. Venga, no se vaya
-¿Está seguro?
-Discúlpeme esta confusión y sentémonos. Vamos, cuénteme qué la trae por…acá.
-Bien, continúo entonces
-Sí, continúe, por favor
-Sigo igual que la semana pasada, con ese terrible dolor de estómago. El problema está en que las pastillas que me recetó de repente me empezaron a caer mal y ya no las tolero.
-¿Y desde cuándo no las tolera? ¿Se las receté la semana pasada?
-Sí, doctor, la semana pasada, la última vez que vine…¿en serio está bien?
-Sí, Beroldo, no se preocupe y usted respóndame a todas las preguntas que le hago. Por más obvias que le parezcan, hágalo por favor.
-Sí, claro, no hay problema.
-Entonces, la semana pasada ¿pudo tomar las pastillas y le calmaron el dolor?
-Solamente un día
-Pero qué raro, querida, son sólo pastillas para ayudar a la digestión, no puede ser que le caigan mal
-¿Se acuerda, entonces, de qué pastillas hablo?
-No, pero supongo que son las de siempre, las que toma para sus problemas digestivos.
-Sí, esas mismas. Me inquieta que no se acuerde…
-No me haga caso y respóndame lo siguiente: ¿cómo anda de ánimos últimamente?
-En general, muy bien. Por supuesto, siempre hay cuestiones que rondan la cabeza y molestan un poco pero…
-¿Qué tipo de cuestiones, querida?
-Bueno, la falta de ideas es una. Lo mismo de siempre, usted ya conoce mi problema
-Sí, claro, el famoso “eclipse de ideas”.
-El mismo
-Y, dígame, ¿no será eso lo que le provoca el dolor de estómago?
-Sí, claro que es eso, doctor. Eso ya lo sabemos, yo somatizo por la panza. Ahora, lo que me preocupa es que antes, si no aguantaba el dolor, me tomaba una pastilla y me aliviaba un poco. Ya no me resulta y eso me inquieta bastante.
-¿No ha pensado en que quizás no quiera que se vaya ese dolor?
-Pero qué dice, doctor. ¿Cómo no voy a querer que se me vaya? Es ridículo, ¿para qué estoy acá, entonces?
-Vamos, Beroldo, sígame en el razonamiento
-Es que ¿para qué quisiera yo que el dolor persistiese?
-Creo que en el consultorio tenemos más conexión, ¿qué opina, usted?
-¿Eh?
-No importa… A ver, querida, ¿qué me respondería si le dijera que, en realidad, ese dolor simboliza a sus ideas?
-Le diría, entonces, que son mis ideas las que no se quieren ir
-Bien, nos vamos acercando
-¿Y de qué me sirve tener esas ideas en la panza si no se mueven del lugar?
-De recordatorio
-¿Recordatorio de que están ahí pero no las puedo usar?
-Yo lo expresaría de manera diferente: diría que están ahí, esperando.
-A ver, creo que puedo explicarlo
-Qué alivio, Beroldo
-Están aprovechando
-¿Aprovechando qué?
-Lo que todavía da sentido a lo que les resta de existencia
-Que sería…
-El dolor
-Interesante conclusión, querida Beroldo, ¿no cree? ¿cómo se siente?



-¿Y usted? ¡Usted no es Beroldo!


viernes, 3 de febrero de 2012

Consulta médica XXII

-¿Hola?
-Hola, ¿doctor?, le habla Beroldo
-¡Hola, mi querida Beroldo! No sabe qué alegría me da escuchar su voz
-Gracias doctor, a mí también me alegra escucharlo. Disculpe que lo llame en sus vacaciones. Sé que es un poco desubicado de mi parte, pero realmente necesitaba hacerle una consulta
-Por favor, usted bien sabe que no tiene que pedirme ninguna disculpa. Por más que esté de vacaciones, jamás dejaría de atender una emergencia
-Bueno, lo mío no sé si lo puedo definir como una emergencia
-¿Beroldo?
-¿Qué?
-¿Va a empezar con las definiciones?
-No, no
-Cuénteme qué le anda pasando
- Bueno, en realidad no es un problema nuevo. Otra vez ando durmiendo poco y sus consecuencias me tienen muy preocupada
-A ver, la escucho
-Me despierto muy cansada, confundida, a veces transpirada
-¿Y a qué puede deberse? ¿Pensó en algo?
-Sí, claro, al sueño
-¿Al cansancio?
-No, al sueño en general, no. A un sueño.
-Estoy teniendo un deja vu
-Yo también…
-Bueno, prosiga querida
-Últimamente sueño que estoy hablando frente a otras personas y, de repente, me ataca algo así como una enfermedad neurológica, me agarra una especie de amnesia y me paralizo. Cuando la gente se me empieza a acercar, me despierto.
-¿Y dónde transcurre el sueño? ¿Por qué está hablando frente a otras personas?
-No logro recordar con claridad, pero que creo que estoy explicando algo
-Ah, es decir que usted en el sueño está dando clases
-Sí, creo que sí
-¿Y acaso usted no se dedica a dar clases?
-Sí, y con esto le termino de explicar lo que me pasa: al tener este problema de despertarme a la noche así de sobresaltada, cuando voy a trabajar, me cuesta pensar claramente. No rindo, doctor, no rindo. Déme algo para dormir bien
-Espere, querida, termine de explicar primero. ¡Vamos, que apurarse no es su estilo!
-Sí, lo sé doctor, es que estoy realmente preocupada. Le voy a ser directa: tengo eclipse de ideas
-Ay, Beroldo, usted sí que me hace sonreír ¿Podría explicarme a qué se refiere con su eclipse?
-Me está tomando el pelo, doctor
-No, no, le hablo en serio, me intriga mucho saber de qué habla
-Bueno, igual, debo decir que extrañaba nuestras conversaciones y que usted me tomara el pelo
-La verdad, si tengo que serle franco, también extrañaba tomarle el pelo
-Gracias, doctor
-A usted, querida. Entones, el eclipse
-Eso doctor. El mismo nombre lo define, creo yo. Desaparición, abandono de ideas a causa de mi problema con el sueño
-¿Con ese sueño en particular?
-No, doctor, no. Con el sueño, con mi problema para dormir. Me está afectando la cabeza, no me permite pensar bien
-Bueno, si quiere le receto nuevamente las pastillas para dormir
-Sí, creo que sería lo mejor
-Pero antes, si no está muy cansada, ¿podría definirme la palabra “eclipse”?
-“Si no está muy cansada”, qué malo, doctor. Y sí, puedo: cuando se oculta transitoriamente un astro
-Una palabra, Beroldo, sólo una palabra: transitorio
-…
-¿Cuándo quiere pasar a buscar la receta?
-No, deje. Creo que mejor voy a esperar un poco
-¿Está segura?
-Sí, muchas gracias doctor
-Bueno, pero llámeme cualquier cosa y si no, en una semana ya estoy de vuelta en el consultorio. Mire que la espero, eh, no se pierda
-Por supuesto, doctor. Lo veo pronto.
-La espero, querida
-Sí, y cuando lo vea personalmente le cuento acerca de un sueño extraño que tuve. Para mí que es todo de lo mismo
-Pero ahora me deja con la intriga, Beroldo
-Es un pavada y no quiero demorarlo más. Soñé que nos cruzábamos en un taller literario. ¡Muy raro!
-…
-¿Doctor? ¿Está ahí?
-Beroldo, venga pronto. En serio se lo digo
-¿Qué le pasa, doctor? Lo noto raro
-No me pasa nada, querida. Usted sólo hágame caso y no se cuelgue
-Se lo prometo. Gracias de nuevo, un beso
-Gracias a usted, un beso, mi querida

jueves, 8 de diciembre de 2011

Experimento

-Bienvenida…¿tu nombre?
-Hola, gracias, Beroldo
-¿Beroldo?
-Sí, Berold para los amigos
-Bueno, nuevamente bienvenida a nuestro taller literario
-Muchas gracias
-En general, antes de ponernos a trabajar, solemos charlar un poco con los nuevos integrantes como para empezar a conocernos
-Claro, me parece bien
-¿Escribís generalmente? ¿Qué te gusta leer? Contanos un poco sobre vos
-Sí, escribo pero en realidad vine porque hace bastante que no voy al médico
-Perdón…¿cómo? no te entendí bien
-Eso, hace bastante que no logro entender qué me pasa, no encuentro las palabras para explicar nada. Y bueno, es por eso que estoy acá
-Ah
-Quizás este espacio me ayude a reflexionar y pueda ir a una consulta con las cosas más claras
-Ajá…disculpame pero, ¿sabés que este es un taller literario, no?
-Sí, por supuesto, por eso vine
-Ah
-¿Por?
-Mirá, me siento un poco incómodo por insistir pero ¿no dijiste que necesitás ir al médico?
-Sí, eso dije...A ver, nunca asistí a ningún taller pero quizás es lo que ando necesitando. Tal vez me ayude a clarificar mis problemas
-Bueno…hagamos algo, ¿por qué no continuamos con la presentación de los demás y después nos seguís contando más sobre vos?
-Dale, me parece perfecto
-Sólo te pido una cosa
-Sí, decime
-Si te llegás a sentir mal, por favor avisá en seguida.


-Hola, te damos la palabra, presentate por favor
-Hola, soy el doctor
-Ah, mirá, sos médico, ¿y cómo te llamás?
-La verdad que no sé, hasta ahora siempre aparecí como “doctor”
-¿Cómo que no sabés? ¿En dónde apareciste? Che, ¿qué onda, me están haciendo una joda? ¿Se conocen, no?
-Pero querido, para nada, soy un hombre serio, un médico clínico. Acudí al taller porque hace rato que la espero a Beroldo en el consultorio y no aparece. Estoy un poco preocupado y quisiera ayudarla de algún modo. Pero, como le mencioné, soy médico. No suelo escribir demasiado, y quizás asistir al taller me ayude a comprenderla un poco más. Tal vez necesite de más apoyo del que le doy y por eso no esté acudiendo a las consultas
-Bueno, la verdad, no entiendo nada. No sé qué decirle, señor…bienvenido al taller
-Muchas gracias


-Falto sólo yo
-Sí, claro, ahora te iba a dar la palabra. Bienvenida al grupo, te escuchamos
-Bueno, en realidad vine más de observadora que otra cosa
-¿De observadora? Pero se supone que en un taller todos leemos, todos escribimos, esa es la dinámica
-Sí, entiendo, y justamente necesito observar a Beroldo y al médico para poder escribir
-Ah, ¿los conocés? No nos dijiste tu nombre
-Sí, digamos que más que conocerlos son mi creación
-¿Eh?
-Sí, y últimamente no sé qué pasa, pero se me fueron de las manos. No logro que se entiendan como antes. Y bueno, se me ocurrió que si los juntaba en otro contexto, quizás podía descifrar qué les anda sucediendo. Y me dije, qué mejor lugar que un taller literario, ¿no te parece?
-Lo que me parece es que me están tomando el pelo
-Para nada, che. Entiendo que estés un poco confundido pero en cuanto tenga las cosas un poco más claras, termino la escena
-Basta, por favor. Esto me está asustando en serio
-Pero qué escandaloso resultaste ser. Cuando inicialmente te pensé, mi idea era que fueras un tallerista-mediador menos dramático. Así no me ayudás
-¿Cuándo inicialmente me pensaste? ¿Pero de qué estás hablando?
-De nada. Esto así no va a funcionar, mejor abandono el experimento
-¿Qué experimento? Basta, se van todos de acá
-Lo que me faltaba. Ser echada por el personaje secundario
-¿Pero de qué hablás? ¡Por favor!
-De que saludes. Decí: chau, chau, adios.

domingo, 16 de octubre de 2011

Consulta médica XXI

-¡Beroldo! Finalmente ha regresado, qué alegría
-Hola doctor, para mí también es una alegría volver. Le agradezco los llamados telefónicos durante este tiempo de ausencia
-Por favor, querida, ¿qué clase de profesional sería si me desentendiera totalmente de mis pacientes cuando se ausentan tanto tiempo?
-Es cierto, doctor, pero déjeme decirle que no todos se preocupan de la misma manera. Soy una paciente con suerte
-Me alegra de que se sienta así.
-Gracias doctor, debo confesar que me siento aliviada de haber vuelto finalmente
-¿Aliviada? A ver, si nos remitimos a la definición de esa palabra, sacaría como conclusión que siente una disminución de un “peso” que venía cargando
-Doctor, qué expresividad. ¿Ha estado practicando?
-Sí, ríase mi querida, pero es cierto que he ganado cierta…cómo decirle…plasticidad a la hora de hablar con mis pacientes
-Sí, puedo observarlo y me alegro mucho. En serio, doctor, ya no lo estoy cargando
-Gracias, Beroldo
-Faltaba más
-Entonces, retomemos, ¿por qué aliviada? Si hubiese estado tan mal, por supuesto que habría venido al consultorio antes. No me va a decir que se cree en falta por no ir más seguido al médico. Por más que extrañamente me sienta halagado, esa no se la creo
-Me hace reír, doctor
-Pero se lo digo en serio, querida. Y de hecho, hasta me preocuparía si realmente necesitara una visita médica aun si no tuviese nada que reportar
-Totalmente, doctor. Y no, no crea que soy hipocondríaca
-No lo creo para nada
-Le dije que sentía un poco de alivio de estar acá porque la realidad es que hace varias semanas que ando con algunos problemas para dormir otra vez y, sin embargo, no me decidía a sacar turno
-Bueno, pero al final lo hizo. Ahora está acá
-Sí, claro, y por eso estoy más tranquila, porque me saqué de encima una cosa pendiente
-¿Acaso me está queriendo decir que tiene muchas cosas pendientes?
-Sí, doctor, y en estos días llegué a una conclusión
-¿A qué conclusión, Beroldo?
-Me dan mucho más trabajo las cosas que no hago, que las que sí llevo a cabo
-¿Y no probó con hacer una lista?
-Se está divirtiendo conmigo… qué malo
-No, querida, se lo pregunto en serio
-Por supuesto que probé haciendo una lista
-¿Y?
-Y nada, me ponía más nerviosa. Todos los días la miraba como si por simple devenir cósmico alguna tarea fuera a desaparecer sola
-Ay, Beroldo, qué ocurrencias tiene. Yo le pregunté si había probado con hacer una lista porque a mí, en lo particular, me sirve
-¿Así que a usted también le dan más trabajo las cosas que no hace?
-Usted tiene una manera muy particular de explicar las cosas, pero bueno, digamos que sí es mi respuesta a su pregunta
-¿Y la lista le es útil?
-Piénselo de esta manera: muchas veces, con el paso de los días, las cosas que habíamos apuntado como importantísimas, por algún motivo pierden el sentido y ya no necesitamos hacerlas
-Puede ser…
-Y las tareas que sí continúan vigentes, no nos queda otra que realizarlas de una buena vez. En algún momento, la lista se achica y podemos dormir más relajados
-¿Me está queriendo decir que mi problema para dormir está relacionado con mi obsesión con la lista de cosas pendientes?
-No estoy seguro, ¿qué opina usted, Beroldo?
-Que debería ir a mi casa y tachar varios ítems de mi lista
-Excelente respuesta
-Gracias
-Entonces, ¿la espero pronto por acá?
-Por supuesto, doctor. Muchas gracias y hasta luego
-Beroldo
-¿Sí?
-No se pierda
-No, doctor
-Beroldo
-¿Sí?
-Me alegró verla
-Gracias, doctor. A mí también
-Adiós, mi querida
-Adiós

jueves, 25 de agosto de 2011

Consulta médica XX

-Adelante, Beroldo
-Hola doctor
-¿Cómo anda, querida?
-Bien, gracias ¿y usted?
-Bien también
-¿Se dio cuenta de que siempre repetimos el mismo ritual inicial?
-¿A qué se refiere? ¿Al saludo?
-Sí, pero no sólo al saludo. Es decir, siempre cuando uno entra a un consultorio, saluda a quien tiene en frente… Bueno, en realidad, siempre que uno entra a cualquier lugar, por respeto, saluda a quien se encuentre ahí. Yo me refiero a otra cosa, a sus gestos y movimientos, para ser más específica
-Qué interesante, ¿usted con especificaciones?
-Qué gracioso, doctor. Si no le estoy definiendo nada
-Perdone, no pude contenerme
-Me alegro de que se divierta conmigo. ¿Le explico a qué me refiero?
-Nada me interesa más en este momento. La escucho
-No sé si sigue cargándome pero pienso avanzar con la conversación, doctor, si no pierdo el hilo
-Por favor, Beroldo, no se pierda por mi culpa
-A lo que me refería con el ritual es a que siempre que me recibe y desde el momento en que lo saludo en la puerta, me hace pasar, nos sentamos, me pregunta cómo estoy y yo le pregunto a usted cómo está, sus gestos cambian
-¿Qué gestos?
-Como si se pusiera “en guardia”
-¿En guardia? pero eso suena mal, Beroldo, ¿acaso se siente atacada a preguntas?
-No, doctor, no me está entendiendo. Lo que quiero decirle es que en cuanto entro y comienzo a hablar, noto cómo usted entrecierra los ojos, se apoya contra el respaldo de su silla y reclina levemente su cabeza
-¿Usted dice que siempre hago lo mismo cada vez que la veo? Pero mire qué interesante. No me había dado cuenta
-Sí, en cuanto nos sentamos, tengo la sensación de que ya está analizando la situación, evaluando lo que le cuento. Ojo, no me malinterprete, resalto esto como una cualidad positiva de su parte. Me hace sentir que le interesa y se preocupa por lo que me pasa
-Por supuesto que me preocupo por su persona, Beroldo. Cómo no interesarse por usted
-A cuántos pacientes les dirá lo mismo
-Cada uno es único e irrepetible
-Lo sé, doctor, me dejó ese remate picando y no pude evitar decirlo
-Lo sé, Beroldo, se lo hice a propósito
-Bueno, al final me fui por las ramas y otra vez dejé en un segundo plano el motivo de mi consulta
-Pero vayamos al asunto, entonces. Aunque debo decirle que en algún momento quisiera terminar esta conversación. Me interesó mucho su observación
-Cómo no. ¿Acaso nuestros temas abren y cierran en la misma consulta?
-Maestros del suspenso, podrían llamarnos
-Qué jocoso se encuentra hoy, doctor. Me gusta su humor
-Gracias, querida. Entonces, pasemos al tema “central”
-El tema central, entre comillas, es que estuve pensando que quizás arrastro una falla en mi educación. Estoy casi convencida de que tengo dificultades en mi coordinación psicomotriz, lo que me lleva a no poder adaptarme de manera armoniosa al medio
-Ay, Beroldo… A ver, déjeme relacionar…
-Adelante
-¿Está explicándome por qué vive en cámara lenta?
-Exactamente
-Pero Beroldo, usted tiene conciencia de su esquema corporal, tiene formada una representación de su propio cuerpo y por lo tanto, de sus límites y posibilidades de acción. ¿Le parece que ese es su problema?
-Justamente, doctor, hay un temita con mis límites. A veces no puedo acelerar, la mente y el cuerpo no me lo permiten
-Y dígame una cosa
-Pregunte
-¿En comparación a quién usted piensa que vive más lento?
-No sé, doctor. ¿A todos?
-¿Me lo está preguntando a mí?
-No, es que no sé qué responderle
-Qué detalle, ¿no cree?
-Sí…
-¿Qué le parece si pausamos en este punto?
-Me parece lo más sensato. Tengo mucho en qué pensar
-Perfecto, Beroldo, la veo pronto entonces
-¿Le puedo hacer un comentario más?
-Por favor, ni tiene que pedir permiso
-El otro día me cayó mal una insulsa milanesa de soja y en ese momento pensé que sentirme mal de la panza era el colmo de la indigestión psicosomática. ¿No cree que esté empezando a hacer eso, en realidad? ¿No estaré llegando al colmo de la sugestión?
-No lo creo, Beroldo
-Bueno, si usted lo dice
-Adiós, querida. La espero pronto, no se pierda
-Gracias por todo, doctor. Adiós
-De nada, es un placer. Ah, una cosa más
-¿Sí?
-Preste atención a las fechas de caducidad de los productos



lunes, 15 de agosto de 2011

Consulta médica XIX

-Hola querida Beroldo. Pase nomás
-Hola doctor, gracias
-¿Sabe una cosa? Hace unos días me acordé mucho de usted
-¿Ah, sí? ¿Por qué?
-Por otra paciente. La señora también sufre de la corporización de una metáfora, como le pasaba a usted antes
-¿De la misma que yo sufría?
-No, a ella le afectan unos dolores de cabeza terribles y descubrí que lo que le causa ese dolor es su actitud. Nunca está quieta y siempre está enojada porque salta como leche hervida
-Sí, suele suceder
-Bueno, ¿y usted cómo se encuentra? Nos había quedado un tema pendiente, ¿no es así?
-Sí, por eso vine, pero la cuestión es que estoy invadida por otros pensamientos que no me dejan darle prioridad a lo que venía a contarle
-Continúe, la escucho
-¿Habrá ciclos para determinados pensamientos?
-¿Ciclos? ¿En qué sentido?
-Sí, ciclos. Hay determinados pensamientos que no son nuevos sino todo lo contrario y que vuelven de vez en cuando a instalarse en mi cabeza. Repiten ideas que ya sé de memoria, frases recurrentes que conozco. La cuestión es que son combativos. Sí, aunque trate de ignorarlos, siempre vuelven luego de un tiempo
-Interesante, Beroldo. ¿Y por qué los ignora?
-Ahí está la cuestión. La relación con este tipo de pensamientos es la siguiente: en algún momento sí les di reconocimiento, los escuché, los evalué, hasta que me di cuenta de que no me servían ni me hacían bien y los descarté. Pero son tan necios que vuelven y se quieren instalar, como si tuviesen ese derecho por ser “viejos conocidos”
-No me explique más, querida. A usted la aquejan los pensamientos circulares
-¿Pensamientos circulares?
-Sí, por lo que relata, son esos pensamientos tercos, pesados, que siempre repiten lo mismo
-Exactamente, y cuando intento tragármelos, ni le cuento lo que tardo en digerirlos
-Claro, querida, es que son altamente indigestos. ¿Ahora cómo anda de la panza?
-Imagínese, doctor
-Bueno, entonces, voy a recetarle unas pastillas que ayudan al proceso de digestión, pero lo más importante es que intente combatirlos de otra forma. Si se da cuenta de que no necesita las pastillas, ya sabe que prefiero que no las tome
-Sí, claro, yo también prefiero lo mismo. Entonces, voy a estar atenta a los giros
-¿A qué giros?
-Según usted, los pensamientos son circulares, eso quiere decir que pasan siempre por los mismos lugares. Cuando pasen sobre ese punto repetido, acechándome con una cuestión que ya había dado por terminada, ahí los voy a ignorar hasta que se vayan
-Es una excelente estrategia, Beroldo. Estoy segura de que así será
-Gracias doctor. Entonces, nos vemos la próxima
-Nos vemos pronto, querida. Por las dudas, no se olvide de la receta
-Adiós, doctor
-Adiós, Beroldo